La Universidad La Universidad como Semillero e Innovación Social, Productiva
y Desarrollo de Emprendimientos
Autores: MSc. Ana Carolina Torreyes
Correo Electrónico: actjuvencia1@gmail.com
Código ORCID: 0009-0009-2874-0143
Dr. Juan Carlos
Ascanio López
Correo Electrónico: yuank5709@gmail.com
Código ORCID: 0000-0003-2646-907X
Línea de Investigación:
Currículo, Formación e Innovación Pedagógica
Como citar
este artículo: Ana Carolina Torreyes y Juan Carlos Ascanio López “La Universidad como
Semillero e Innovación Social, Productiva y Desarrollo de Emprendimientos”
(2025), (1,25)
Recibido: 10/05/2025 Revisado: 11/05/2025 Aceptado: 15/05/2025
RESUMEN
El presente estudio documental tuvo
como objetivo analizar cómo las universidades fungen como semilleros
de innovación social, productiva y desarrollo de emprendimientos, identificando
estrategias formativas y mecanismos institucionales clave. Metodológicamente,
se adscribió a un paradigma interpretativo con un enfoque
cualitativo, empleando la revisión sistemática de literatura y el análisis
de contenido documental como técnicas principales. Los resultados revelaron
que la universidad actúa como un ecosistema integrado donde la innovación
social (Phills et al., 2008), productiva (Mansfield,
1991; Clark, 1998) y el fomento de emprendimientos (Etzkowitz,
2003; Phan et al., 2005) son dimensiones
interconectadas. Se identificó la necesidad de una transformación misional y
cultural (Hazelkorn, 2015; Audretsch,
2007), el desarrollo de infraestructuras de apoyo y políticas favorables, y un
enfoque formativo dual que combine conocimiento técnico con competencias emprendedoras
y conocimiento tácito (Lam, 2010). Las conclusiones subrayan que,
para ser un semillero efectivo, la universidad debe adoptar una misión
expandida, implementar estrategias formativas integrales y establecer
mecanismos institucionales coherentes. La innovación social emerge como una
dimensión cada vez más crucial. Este rol multifacético es fundamental para que
la universidad contribuya significativamente al desarrollo económico y social,
requiriendo un compromiso holístico que va más allá de funciones aisladas.
Futuras investigaciones podrían enfocarse en estudios de caso empíricos para
profundizar en la implementación y el impacto de estas estrategias en contextos
específicos.
Descriptores: Universidad, Semillero, Innovación, Social, Productiva,
Emprendimientos
Reseñas
Biográficas:
MSc. Ana Carolina Torreyes: Lcda. Contaduría Pública – UNELLEZ.
Lcda. Educación, mención Docencia Agropecuaria – UNESR. Diplomado: Educación
Universitaria – IPLAC. MSc. Administración, mención Gerencia General – UNELLEZ.
Estudiante de Doctorado en Educación – UNESR. Dr. Juan Carlos Ascanio López.
Lcdo. Contaduría Pública – UNELLEZ.
Diplomado: Educación Universitaria – IPLAC. MSc. Administración, mención
Gerencia General, UNELLEZ. Dr. Ecología del Desarrollo Humano.
The University as a
Seedbed for Social and Productive Innovation and Entrepreneurship Development
Authors: Ana Carolina Torreyes, MSc.
Email: actjuvencia1@gmail.com
ORCID Code: 0009-0009-2874-0143
Juan
Carlos Ascanio López, Dr.
Email: yuank5709@gmail.com
ORCID Code: 0000-0003-2646-907X
Line
of Research: Curriculum, Training and Pedagogical Innovation
How to cite this article: Ana
Carolina Torreyes y Juan Carlos Ascanio López “The University as a Seedbed for
Social and Productive Innovation and Entrepreneurship Development” (2025), (1,25)
Received: 05/10/2025 Revised: 05/11/2025 Accepted: 05/15/2025
ABSTRACT
This documentary study aimed to analyze how universities serve as
seedbeds of social and productive innovation and entrepreneurship development,
identifying key training strategies and institutional mechanisms.
Methodologically, it adhered to an interpretive paradigm with a qualitative
approach, employing systematic literature review and documentary content
analysis as the main techniques. The results revealed that the university acts
as an integrated ecosystem where social innovation (Phills et al., 2008),
productive innovation (Mansfield, 1991; Clark, 1998), and entrepreneurship
promotion (Etzkowitz, 2003; Phan et al., 2005) are
interconnected dimensions. The need for a missional and cultural transformation
(Hazelkorn, 2015; Audretsch,
2007), the development of supportive infrastructures and enabling policies, and
a dual training approach that combines technical knowledge with entrepreneurial
skills and tacit knowledge (Lam, 2010) were identified. The conclusions
underscore that, to be an effective training center, the university must adopt
an expanded mission, implement comprehensive training strategies, and establish
coherent institutional mechanisms. Social innovation is emerging as an
increasingly crucial dimension. This multifaceted role is essential for the
university to contribute significantly to economic and social development,
requiring a holistic commitment that goes beyond isolated functions. Future
research could focus on empirical case studies to delve deeper into the
implementation and impact of these strategies in specific contexts.
Descriptors: University, Incubator,
Innovation, Social, Productive, Entrepreneurship
biographical reviews: MSc. Ana Carolina
Torreyes: Bachelor of Public Accounting – UNELLEZ. Bachelor of Education, major
in Agricultural Teaching – UNESR. Diploma: University Education – IPLAC. MSc.
Administration, major in General Management – UNELLEZ. PhD Student
in Education – UNESR. Dr. Juan Carlos Ascanio López: Bachelor of Public
Accounting – UNELLEZ. Diploma: University Education – IPLAC. MSc.
Administration, major in General Management – UNELLEZ. PhD in Ecology of Human Development.
INTRODUCCIÒN
En el dinámico y
complejo escenario del siglo XXI, las instituciones de educación universitaria
enfrentan una transformación profunda de su rol tradicional. Ya no se conciben
únicamente como centros de transmisión de conocimiento y formación profesional,
sino que se espera de ellas una participación activa en la solución de
problemas sociales, el fomento de la competitividad económica y la promoción de
una cultura innovadora. La universidad, en este contexto, emerge como un actor
clave, capaz de catalizar cambios significativos en su entorno. Por lo que,
este papel se manifiesta, entre otras formas, en su capacidad para funcionar
como un verdadero "semillero", donde germinan y se cultivan ideas que
pueden traducirse en innovaciones con impacto social y productivo, así como en
el desarrollo de nuevos emprendimientos que impulsen el progreso y el bienestar
colectivo.
Este estudio documental
se enfoca específicamente en la concepción de la universidad como un semillero
de innovación social, productiva y un espacio propicio para el desarrollo de
emprendimientos. La innovación social se entiende aquí “como la generación e
implementación de nuevas soluciones (productos, servicios, modelos, procesos)
que satisfacen necesidades sociales de manera más efectiva que las soluciones
existentes, creando simultáneamente valor social y económico” (Phills, Dees y Emerson 2008, 88).
Por su parte, la innovación productiva se refiere a la mejora y creación de
procesos, productos o servicios que aumentan la eficiencia, la competitividad y
el valor en el ámbito económico.
Al mismo tiempo, el
desarrollo de emprendimientos se visualiza como el proceso mediante el cual las
ideas innovadoras se transforman en iniciativas empresariales o proyectos
concretos, a menudo con un componente de riesgo, pero con el potencial de
generar un impacto significativo. De tal modo que, la interconexión de estos
tres elementos –innovación social, innovación productiva y desarrollo de
emprendimientos– dentro del ecosistema universitario
es fundamental, pues como
señalan Etzkowitz y Leydesdorff
(2000, 34) “en su modelo de la Triple Hélice,
la universidad, junto con la industria y el gobierno, juega un papel crucial en
la creación de una sociedad basada en el conocimiento y la innovación”. En este
sentido, la universidad no solo genera conocimiento (investigación) y lo
transmite (docencia), sino que también asume una "tercera misión"
orientada a la transferencia y aplicación de dicho conocimiento para el
desarrollo económico y social, siendo el fomento del emprendimiento una de sus
manifestaciones más directas. Este
análisis de los autores es pertinente porque subraya la evolución de la
universidad hacia un agente proactivo en la innovación, dejando atrás la imagen
de una institución aislada para convertirse en un motor que impulsa la creación
de valor en múltiples dimensiones, incluyendo el fomento de nuevas empresas que
a menudo nacen de la investigación y el talento formado en sus aulas.
De tal modo que, el
objetivo general de esta investigación documental es analizar, a través de la
revisión y sistematización de fuentes bibliográficas y documentales, cómo las
universidades se constituyen y operan como semilleros para la innovación social
y productiva, y cuáles son las estrategias formativas y mecanismos
institucionales que implementan para facilitar el desarrollo de emprendimientos
con potencial de impacto. Se buscó identificar modelos, enfoques pedagógicos,
programas de apoyo y políticas universitarias que evidencien este rol.
En este sentido, la importancia de esta
investigación radica en su potencial para ofrecer una comprensión más profunda
y estructurada del papel multifacético de la universidad contemporánea. En un
mundo que demanda soluciones creativas y sostenibles a desafíos complejos, entender
cómo las instituciones de educación superior pueden cultivar eficazmente la
innovación y el espíritu emprendedor es crucial. Los hallazgos de este estudio
documental pueden ser de utilidad para académicos, gestores universitarios,
responsables de políticas públicas y estudiantes, al proporcionar un panorama
de las estrategias existentes, identificar buenas prácticas y señalar posibles
áreas de mejora para que las universidades fortalezcan su contribución como
agentes de transformación social y económica a través del fomento de la
innovación y el emprendimiento.
Desarrollo
La Universidad como Semillero de
Innovación Social
La universidad, en su evolución contemporánea, ha trascendido su función
meramente académica para posicionarse como un elemento fundamental de la
innovación social. Este concepto, si bien amplio, encuentra en el ecosistema
universitario un terreno fértil para su desarrollo, donde la generación de
conocimiento se entrelaza con la búsqueda de soluciones a problemáticas
comunitarias acuciantes. La capacidad de la institución para identificar
necesidades sociales, movilizar recursos intelectuales y fomentar la creatividad
de sus miembros la convierte en un espacio privilegiado para la gestación y el
impulso de iniciativas que buscan un impacto positivo y transformador en la
sociedad. Una comprensión de la innovación social la ofrecen Phills, Dees y Emerson (2008,
36). Estos autores definen la innovación social como: "...una solución
nueva a un problema social que es más efectiva, eficiente, sostenible o justa
que las soluciones existentes y para la cual el valor creado se acumula
principalmente en la sociedad en su conjunto en lugar de en individuos
privados"
Aplicada al contexto universitario,
esta definición subraya el potencial de las instituciones de educación universitaria
no solo para generar "soluciones nuevas", sino para asegurar que
estas tengan un impacto tangible y beneficioso para la comunidad. La
universidad, con sus recursos intelectuales, su infraestructura y su capacidad
de convocatoria, puede actuar como el espacio donde estas ideas se gestan, se
prueban y se validan antes de su implementación a mayor escala. Funciona, por
tanto, como un "semillero" que nutre estas iniciativas desde su
concepción, priorizando el valor social colectivo sobre el beneficio
particular, lo cual resuena con la misión pública inherente a muchas
universidades.
Este papel se ve reforzado por la
transformación de la universidad hacia un modelo más "comprometido" o "cívico". Asimismo, Hazelkorn (2015), en su análisis sobre el
ranking y la reconfiguración de la
educación superior global, argumenta que las universidades del siglo XXI están
cada vez más llamadas a demostrar su relevancia pública y su contribución al
bienestar social, yendo más allá de sus funciones tradicionales. Hazelkorn (2015, 25) sostiene que: "...la
participación cívica y el compromiso social ya no son actividades periféricas,
sino que se están integrando cada vez más en las misiones centrales de
investigación y educación de las universidades."
Esta perspectiva es crucial
porque indica un cambio paradigmático: la innovación social no es un apéndice,
sino parte integral del quehacer universitario. Al internalizar el compromiso
cívico, como lo apunta el autor, las universidades abren canales directos para
identificar necesidades sociales (a menudo en colaboración con comunidades
locales y organizaciones de la sociedad civil) y movilizar sus capacidades
(investigadores, estudiantes, laboratorios) hacia la co-creación
de soluciones. La universidad, entonces, no solo responde a demandas externas,
sino que se convierte en un agente proactivo en la búsqueda y desarrollo de
innovaciones que aborden dichas demandas, actuando, así como una incubadora
natural de proyectos con vocación social.
Además, la propia estructura y
diversidad interna de la universidad la hacen idónea para fomentar la
innovación social. Moulaert, MacCallum,
y Jean-Marc Fontan (2013, 15), al explorar las
dinámicas de la innovación social y el desarrollo territorial, destacan la
importancia de las redes y la colaboración entre diversos actores. Aunque no se
centran exclusivamente en la universidad, su trabajo es relevante para entender
cómo esta puede operar. Argumentan que la innovación social a menudo surge de:
"...procesos de aprendizaje colectivo y de la interacción entre una
diversidad de actores (públicos, privados, comunitarios)"
Por lo tanto, las universidades
son, por naturaleza, microcosmos de diversidad intelectual y disciplinar. Esta
interdisciplinariedad es un caldo de cultivo excelente para el
"aprendizaje colectivo" que mencionan los autores. Al facilitar la
interacción entre estudiantes y profesores de diferentes facultades, y al
conectar estos con actores externos
(ONGs,
gobiernos locales, empresas sociales), la universidad puede orquestar el tipo
de colaboraciones necesarias para abordar problemas sociales complejos desde
múltiples perspectivas, generando soluciones más holísticas y robustas. Su rol
como "semillero" se manifiesta en su capacidad para ser un nodo
conector y facilitador de estas redes creativas.
En definitiva, la universidad se
erige como un semillero de innovación social al combinar su capacidad de
generación de conocimiento con un compromiso cívico creciente, al proveer el
espacio y los recursos para la experimentación y al fomentar la colaboración
interdisciplinaria y multisectorial necesaria para que las ideas
transformadoras florezcan y generen un valor social significativo.
La Universidad como Semillero de
Innovación Productiva
Paralelamente a su rol en la
innovación social, la universidad se ha consolidado históricamente y sigue
fortaleciéndose como un motor fundamental de la innovación productiva. Este
tipo de innovación se refiere a la introducción de bienes o servicios nuevos o
significativamente mejorados en cuanto a sus características o el uso al que se
destinan, así como a la implementación de procesos de producción o distribución
nuevos o significativamente mejorados, que generalmente buscan optimizar la
eficiencia, la calidad y la competitividad en el sector económico. De este
modo, la universidad actúa como un semillero para esta innovación a través de
la investigación científica y tecnológica, la transferencia de conocimiento
hacia el sector productivo y la formación de capital humano altamente
cualificado.
Siendo así, un concepto clave para
entender este rol es el de la "Universidad Emprendedora",
popularizado por Clark (1998), aunque su trabajo abarca una transformación más
amplia de la institución, resalta la necesidad de que las universidades desarrollen
una capacidad proactiva para generar recursos y conectar con el entorno. Clark
(1998, 5) identifica “cinco elementos clave para esta transformación, entre los
que destaca un "núcleo de desarrollo diversificado" y una "periferia de desarrollo
ampliada", que
implican una mayor interacción con
el sector productivo”. En este marco, la universidad no es solo proveedora de
conocimiento básico, sino un actor que busca activamente aplicar ese
conocimiento.
Si bien no se centra exclusivamente
en la innovación productiva, su modelo es fundamental para entender cómo la
universidad se reorganiza para ser más efectiva en este ámbito. Él señala:
"Las universidades emprendedoras desarrollan una capacidad de dirección
fortalecida, lo que yo llamo un núcleo de dirección estimulado— como un
componente clave para poder responder estratégicamente a las demandas de un
mundo cambiante, y para estimular iniciativas de base". Por lo tanto, la
"capacidad de dirección fortalecida" y la habilidad para
"responder estratégicamente" que menciona el autor son esenciales
para que la universidad funcione como un semillero de innovación productiva.
Implica una gestión universitaria que no solo apoya la investigación fundamental,
sino que también crea puentes y mecanismos para que los resultados de esa
investigación se traduzcan en aplicaciones industriales, nuevos productos o
procesos mejorados. Este "núcleo de dirección estimulado" puede, por
ejemplo, fomentar la creación de oficinas de transferencia tecnológica,
proteger la propiedad intelectual generada y facilitar la colaboración con
empresas, sembrando así las semillas para que la innovación florezca fuera de
los muros académicos y llegue al mercado.
En tal sentido, la conexión directa
entre la investigación académica y la innovación industrial ha sido demostrada
empíricamente. Visto de esta forma Mansfield (1991, 98), en un estudio pionero,
investigó la contribución de la investigación académica a las innovaciones industriales
en Estados Unidos. Sus hallazgos fueron reveladores respecto al impacto directo
de la universidad. Encontró que: "Aproximadamente el 10 por ciento de los
nuevos productos y procesos comercializados en estas industrias (información,
química, instrumentos, farmacéutica, metales) durante 1975-85 no se habrían
desarrollado (sin un retraso sustancial) en ausencia de la investigación
académica reciente".
Por lo tanto, este estudio cuantifica de manera contundente cómo la investigación
universitaria actúa como un
"semillero" directo para la innovación productiva. El hecho de que un
porcentaje significativo de innovaciones industriales dependa directamente de
la investigación académica reciente subraya el rol insustituible de la
universidad como fuente primaria de conocimiento disruptivo y tecnologías
habilitadoras que luego son adoptadas y desarrolladas por el sector productivo.
Esto no solo se refiere a grandes inventos, sino también a mejoras
incrementales y conocimiento fundamental que permite a las empresas innovar. La
universidad, al generar este conocimiento "semilla", nutre el
ecosistema de innovación productiva de forma continua.
Además, la universidad contribuye a
la innovación productiva mediante la formación de profesionales altamente
cualificados, capaces no solo de operar tecnologías existentes, sino de
crearlas y adaptarlas. Por su parte, Lam
(2010, 39), al analizar los diferentes modos de producción de conocimiento y su
relación con la innovación, diferencia entre el conocimiento codificado
(explícito, como en publicaciones) y el conocimiento tácito (implícito,
incorporado en las habilidades y la experiencia de las personas), de este
modo, argumenta: "Las universidades
juegan un papel crucial no solo en la generación de conocimiento codificado a
través de la investigación, sino también en la formación de capital humano que
posee conocimiento tácito, esencial para la innovación en las empresas".
En este sentido, la formación de graduados con un profundo conocimiento tácito
y habilidades prácticas es otra forma vital en que la universidad actúa como
semillero. Estos individuos, al incorporarse al sector productivo, llevan consigo
no solo la información aprendida, sino la capacidad de resolver problemas, de
pensar críticamente y de aplicar creativamente el conocimiento a nuevos
desafíos. Son ellos quienes a menudo lideran o participan en los procesos de
innovación dentro de las empresas. Por lo tanto, la calidad y pertinencia de
los programas formativos universitarios son directamente proporcionales a su
capacidad para sembrar las competencias necesarias para la innovación
productiva en la fuerza laboral.
En
conclusión, la universidad
se establece como un
semillero de innovación
productiva a través de su
investigación fundamental y aplicada, la transferencia activa de tecnología y
conocimiento al sector industrial, y la formación de capital humano con las
competencias y el conocimiento tácito necesarios para impulsar la mejora continua
y la creación de valor económico.
La Universidad como Fomentadora del
Desarrollo de Emprendimientos
Más allá de la generación de
innovaciones sociales y productivas, la universidad contemporánea asume un rol
cada vez más activo y directo en el desarrollo de emprendimientos. Esto implica
no solo inspirar una mentalidad emprendedora en sus estudiantes y personal,
sino también proporcionar el ecosistema, los recursos y el apoyo necesarios
para que las ideas innovadoras se transformen en empresas viables o proyectos
autónomos con potencial de crecimiento e impacto. La universidad, en este
sentido, se convierte en una incubadora y aceleradora de nuevas iniciativas,
completando el ciclo desde la generación de la idea hasta su posible
materialización en el mercado o en la sociedad.
De este modo, la noción de
"Universidad Emprendedora", ya mencionada con Clark (1998), es
central aquí., porque no solo se refería a la capacidad de la universidad para
interactuar con la industria, sino a una transformación cultural y estructural
interna que fomenta la proactividad, la toma de riesgos calculada y la búsqueda
de nuevas oportunidades. Una universidad emprendedora, por tanto, está
intrínsecamente ligada al fomento del emprendimiento entre sus miembros. Como
señala Etzkowitz (2003, 313), uno de los principales
teóricos de la Triple Hélice y la universidad emprendedora, este tipo de
institución va más allá de sus dos misiones tradicionales (enseñanza e
investigación) para asumir una tercera: "La universidad emprendedora
integra el desarrollo económico en la misión universitaria junto con la
investigación y la enseñanza. Acepta una responsabilidad por la incubación de
empresas y la comercialización de la investigación, así como por la educación
de los estudiantes para roles emprendedores".
En este sentido, la visión del
autor es clara: el desarrollo de emprendimientos no es una actividad
secundaria, sino una función esencial y reconocida de la universidad moderna.
Al "aceptar una responsabilidad por la incubación de empresas y la
comercialización de la investigación", la universidad se posiciona
explícitamente como un semillero. Esto implica la creación de estructuras de
apoyo (como incubadoras, parques científicos afiliados, oficinas de
transferencia que facilitan la creación de spin-offs)
y la adaptación de sus programas educativos para "educar a los estudiantes
para roles emprendedores", cultivando habilidades como la identificación
de oportunidades, la gestión de proyectos, el liderazgo y la resiliencia.
Para que este fomento sea efectivo,
las universidades implementan una variedad de estrategias y mecanismos. Phan, Siegel, y Wright (2005, 115), en su revisión sobre la
comercialización de la ciencia y el emprendimiento universitario, identifican
varios factores críticos. Entre ellos, destacan la importancia de las políticas
institucionales de apoyo y la infraestructura adecuada: "Las universidades
con políticas más favorables hacia el emprendimiento del profesorado y los
estudiantes, y con una infraestructura bien desarrollada (por ejemplo, oficinas
de transferencia de tecnología eficientes, incubadoras de empresas) tienden a
generar más empresas spin-off y actividades emprendedoras"
Este análisis subraya que el rol de
"semillero" no es pasivo, sino que requiere una intervención
institucional deliberada y bien estructurada. Las "políticas
favorables" pueden incluir, por ejemplo, regulaciones claras sobre
propiedad intelectual que incentiven a los investigadores a emprender, o la
asignación de tiempo y recursos para actividades de emprendimiento. La
"infraestructura bien desarrollada" como las incubadoras ofrece el
espacio físico, la mentoría, el acceso a redes y, en algunos casos, financiación
inicial, que son cruciales para que las semillas de emprendimiento puedan
germinar y crecer en un entorno protegido y estimulante. La universidad, por
tanto, moldea activamente el terreno para facilitar el nacimiento y la
supervivencia temprana de nuevas empresas. Además de la infraestructura, la
cultura emprendedora es un componente vital.
Por lo que Audretsch
(2007, 344), en su obra sobre la "economía emprendedora", argumenta
que las universidades pueden contribuir significativamente a la creación de
esta cultura. Sostiene que las universidades pueden ser crecientes al: "...proporcionar
no solo el conocimiento y las ideas que son la materia prima de la actividad
emprendedora, sino también al fomentar una cultura donde el emprendimiento es
valorado y visto como una trayectoria profesional viable y deseable”. De este
modo, aquí, el concepto de
"semillero" se extiende al ámbito cultural y actitudinal. No basta
con ofrecer recursos; la universidad debe cultivar un ambiente donde el
emprendimiento sea percibido positivamente. Esto se logra a través de la
promoción de modelos a seguir (emprendedores exitosos egresados o profesores),
la integración de la educación emprendedora en diversos currículos (no solo en
escuelas de negocios), la organización de concursos de ideas, y eventos de networking que inspiren y conecten a potenciales
emprendedores. Al "fomentar una cultura", la universidad prepara el
terreno mental y social para que sus miembros se atrevan a emprender, nutriendo
así las aspiraciones emprendedoras desde su origen.
Por consiguiente, la universidad
actúa como un semillero para el desarrollo de emprendimientos al adoptar una
misión emprendedora, crear políticas e infraestructuras de apoyo específicas
(como incubadoras y oficinas de transferencia), y cultivar una cultura que
valore y promueva la actividad emprendedora como una opción profesional
legítima y deseable para sus estudiantes e investigadores.
METODOLOGÍA
La presente investigación
documental se enmarca en un paradigma y enfoque que guían la selección, el
tratamiento y el análisis de la información recopilada para responder al
objetivo de analizar cómo las universidades se constituyen y operan como
semilleros para la innovación social y productiva, y las estrategias que
implementan para el desarrollo de emprendimientos. De este modo, el estudio se
adscribe a un paradigma interpretativo (o hermenéutico). Este paradigma
busca comprender e interpretar los
fenómenos sociales y
educativos a través del análisis de
los significados que los actores (en este caso, a través de los documentos que
producen o que los describen) atribuyen a sus acciones y contextos.
Como señalan Guba y Lincoln (1994,
111), el paradigma interpretativo se centra en la comprensión de la realidad
tal como es construida y experimentada por los participantes, y reconoce que la
realidad es múltiple y subjetiva. "La metodología del paradigma
interpretativo es hermenéutica y dialéctica. Su objetivo es obtener una
comprensión consensuada y sofisticada de los constructos que los participantes
usan para dar sentido a sus experiencias y al mundo en que viven". De esta forma, aplicado a este estudio
documental, el paradigma interpretativo permitió ir más allá de la mera
descripción de lo que dicen los documentos. Implicó una inmersión profunda en
los textos para desentrañar los significados subyacentes sobre cómo las
universidades conciben y ejecutan su rol como semilleros de innovación y
emprendimiento.
Se buscó interpretar las
intenciones, los valores y las perspectivas que se manifiestan en políticas
institucionales, artículos académicos, informes y otros documentos relevantes,
entendiendo que estos son construcciones sociales que reflejan una determinada
visión del mundo y del papel de la universidad. Asimismo, el enfoque de esta
investigación fue cualitativo. Este enfoque se centró en la comprensión
profunda de los fenómenos en su contexto natural, utilizando datos no numéricos
para explorar significados, perspectivas y experiencias. Por lo que Creswell y Poth (2018, 4) describen la investigación cualitativa como:
...un enfoque para explorar y comprender el significado que individuos o
grupos atribuyen a un problema social o humano. El proceso de investigación
implica plantear preguntas y procedimientos emergentes, recolectar datos
específicos de los participantes en su entorno, analizar los datos
inductivamente construyendo desde particularidades a temas generales, y
haciendo interpretaciones del significado de los datos
Aunque este es un estudio documental y no se
recolectan datos directamente de "participantes" en el sentido
tradicional, los "participantes" son, en efecto, los autores de los
documentos y las instituciones que estos representan. El enfoque cualitativo
permite un
análisis inductivo de los textos, identificando patrones, temas y
categorías emergentes que ayuden a construir una comprensión holística del rol
de la universidad como semillero. Se prioriza la riqueza y profundidad de la
información contenida en los documentos sobre la generalización estadística.
Po su parte, el tipo de
investigación es un estudio documental o investigación bibliográfica. Este
diseño se caracteriza por el análisis de fuentes secundarias y primarias
documentales para responder a las preguntas de investigación. Según Sabino
(2002, 111), la investigación documental: "...se basa en la utilización de
documentos; recolecta, selecciona, analiza y presenta resultados coherentes.
[...] Utiliza los procedimientos lógicos y mentales de toda investigación;
análisis, síntesis, deducción, inducción, etc." Por ello, este estudio se
ajusta perfectamente a la definición del autor, ya que se centró en la
recopilación sistemática, selección crítica, análisis e interpretación de una
variedad de documentos (artículos académicos, libros, informes institucionales,
políticas universitarias, estudios de caso documentados, etc.) para construir
un argumento coherente sobre el tema. La investigación no implicó la
recolección de datos empíricos primarios a través de encuestas o entrevistas
directas, sino el análisis de lo ya existente y registrado.
En referencia a las Técnicas e
Instrumentos de Recolección de Datos, dada la naturaleza documental del
estudio, las técnicas e instrumentos se orientan a la localización, selección y
registro de información relevante: Revisión Sistemática de Literatura y
Documentos: bases de datos académicas (ej. Scopus,
Web of Science, Google Scholar, repositorios institucionales), y criterios de
inclusión/exclusión (ej. periodo de publicación, tipo de documento, relevancia
temática) para asegurar una búsqueda exhaustiva y pertinente. Instrumento:
Ficha de Registro Documental: Para cada documento seleccionado, se elaboró una
ficha que contenga: referencia bibliográfica completa, resumen del contenido,
citas relevantes, ideas clave, y observaciones del investigador. Esto facilitó
la organización y posterior análisis. Como lo describe Arias (2012, 69), el
fichaje es una técnica que "permite registrar los datos o informaciones
que se van obteniendo durante la investigación".
El protocolo de búsqueda asegura la
sistematicidad y replicabilidad del proceso de recolección, mientras que las
fichas de registro permiten una organización eficiente de la vasta cantidad de
información que se espera manejar. Estas herramientas son fundamentales para
evitar sesgos en la selección y para tener un acceso rápido y estructurado a
los datos extraídos de cada fuente.
Asimismo, en cuanto a las Técnicas
de Análisis de Datos: Una vez recopilados y registrados los documentos, se
procedió a su análisis utilizando principalmente: Esta técnica buscó
identificar, codificar y categorizar los temas y patrones primarios presentes
en los textos para interpretar su significado. Krippendorff
(2018, 24) define el análisis de contenido como: "...una técnica de
investigación para hacer inferencias replicables y válidas de textos (u otra
materia significativa) a los contextos de su uso"
Para ello, se realizó una lectura
detallada de los documentos seleccionados, identificando unidades de análisis
(frases, párrafos, secciones) relevantes para los objetivos de la
investigación. Se desarrolló un sistema de categorías (inicialmente deductivo,
basado en los constructos del título, y luego inductivo, a partir de temas
emergentes) para codificar la información. Se buscaron relaciones entre
categorías para construir interpretaciones más amplias. Complementario al
análisis de contenido, se aplicó una perspectiva hermenéutica para profundizar
en la interpretación de los textos, considerando el contexto de producción del
documento, la intención del autor (inferida) y los múltiples significados que
pueden emerger.
De tal modo que, Hans-Georg Gadamer
(2004, 332), en su obra Verdad y Método, enfatiza la importancia del
"círculo hermenéutico", donde la comprensión de las partes depende
del todo y viceversa, y la influencia de los pre-juicios (o pre-comprensiones)
del investigador. "El círculo, pues, no debe ser degradado a un círculo
vicioso, ni siquiera a uno tolerado. En él se esconde una posibilidad positiva
del conocimiento más original..." Por lo tanto, implicó una lectura
reflexiva y dialógica
con los textos,
cuestionando,
comparando diferentes fuentes, y
siendo consciente de las propias interpretaciones para llegar a una comprensión
más rica y matizada del fenómeno estudiado. El análisis de contenido proporcionó
una estructura sistemática para identificar y organizar los hallazgos clave de
los documentos. La perspectiva hermenéutica añadirá profundidad, permitiendo
interpretar esos hallazgos en su contexto y explorar las complejidades y
matices del rol de la universidad como semillero, más allá de una simple
enumeración de hechos.
Del mismo modo, para asegurar el
rigor científico en esta investigación documental cualitativa, se considerarán
los criterios de credibilidad, transferibilidad, dependencia y confirmabilidad, adaptados de Lincoln y Guba (1985): Se contrastó
la información obtenida de diversos tipos de documentos (artículos, libros,
informes, políticas) y diferentes autores para corroborar hallazgos y obtener
una visión más completa. Se incluyeron
citas textuales y se explicará detalladamente cómo se llegó a las interpretaciones,
permitiendo al lector evaluar la coherencia del análisis. Se proporcionó una
descripción rica y detallada del contexto de los documentos analizados y de los
hallazgos, de modo que otros investigadores puedan evaluar la posible
aplicabilidad de los resultados a otros contextos universitarios similares. Se
seleccionaron documentos que sean representativos de diferentes perspectivas y
contextos dentro del tema, buscando la riqueza y variedad de la información más
que la representatividad estadística.
Por lo que, la aplicación
consciente de estas estrategias busca mitigar las limitaciones inherentes a la
investigación cualitativa y documental, fortaleciendo la confianza en los
hallazgos y conclusiones del estudio. No se busca la objetividad en el sentido
positivista, sino la transparencia, la coherencia y la fundamentación de las
interpretaciones en la evidencia documental.
RESULTADOS
El análisis de la literatura y los
documentos seleccionados revela un consenso generalizado sobre el rol evolutivo
y multifacético de la universidad contemporánea como
un semillero fundamental para la
innovación y el emprendimiento. Sin embargo, emergen matices y énfasis
particulares cuando se examinan las contribuciones de diversos autores respecto
a las dimensiones de la innovación social, la innovación productiva y el
fomento directo de emprendimientos. A continuación, se presentan y discuten los
hallazgos clave, integrando y comparando las perspectivas teóricas.
De tal modo que, la literatura
coincide en que las universidades son agentes cruciales para la innovación
social. Phills, Dees y
Emerson (2008) proporcionan una definición operativa clave, destacando la
generación de soluciones "más efectivas, eficientes, sostenibles o
justas" cuyo valor se acumula en la sociedad. Este concepto resuena
fuertemente con la idea de la "tercera misión" universitaria, como la
articulan Etzkowitz y Leydesdorff
(2000), donde la universidad no solo investiga y enseña, sino que
activamente busca aplicar ese conocimiento para el beneficio social y
económico. Si bien Etzkowitz y Leydesdorff
se centran más en la interacción con la industria y el gobierno (Triple
Hélice), su marco es lo suficientemente amplio como para englobar la innovación
social como una manifestación de esta tercera misión orientada al impacto. Un
punto de convergencia importante es la transformación interna que esto implica
para la universidad.
Por su parte, Hazelkorn
(2015) subraya que el "compromiso cívico y social" ya no es
periférico, sino central en la misión universitaria. Esto implica un cambio
desde una universidad que podría contribuir a la innovación
social, a una que debe hacerlo para mantener su legitimidad y
relevancia. El análisis del autor, centrado en el impacto de los rankings y la
búsqueda de excelencia, sugiere que la capacidad de generar innovación social
se está convirtiendo en un indicador de calidad y prestigio universitario,
impulsando a las instituciones a integrar estas actividades de manera más
estructural.
Por otro lado, Moulaert, MacCallum y Fontan (2013) aportan una perspectiva territorial y de
redes, enfatizando que la innovación social surge del "aprendizaje
colectivo" y la interacción entre diversos actores. Si bien
no se centran
exclusivamente en la
universidad, su análisis es vital
porque posiciona a la institución no como un generador aislado de innovación
social, sino como un facilitador y nodo conector clave dentro de un ecosistema
más amplio. Comparativamente, mientras Phills et al.
definen qué es la innovación social y Hazelkorn
por qué la universidad la adopta, Moulaert
et al. iluminan el cómo puede fomentarse a través de la
colaboración. La universidad, con su diversidad interna y sus conexiones
externas, se presenta como el "semillero" ideal para orquestar estas
interacciones productivas.
En tal sentido, mientras Phills, Dees y Emerson (2008) se
enfocan en la naturaleza de la solución innovadora (efectividad,
justicia, valor social), Etzkowitz y Leydesdorff (2000) y Hazelkorn
(2015) abordan el rol institucional y la motivación de la
universidad para involucrarse. Mientras que, Moulaert
et al. (2013) complementan esto al destacar los mecanismos relacionales (redes,
aprendizaje colectivo) que son cruciales para que la innovación social
florezca. En conjunto, estos autores pintan un cuadro donde la universidad no
solo genera ideas socialmente valiosas, sino que también se transforma
internamente y se conecta externamente para asegurar que estas ideas se
materialicen.
A su vez, el papel de la
universidad en la innovación productiva es quizás más tradicionalmente
reconocido, pero la literatura analizada revela una evolución hacia un rol más
proactivo y sistémico. De este modo, Mansfield (1991) ofreció
evidencia empírica temprana y contundente de la dependencia directa de la
innovación industrial respecto a la investigación académica reciente. Su
hallazgo de que un porcentaje significativo de nuevos productos y procesos no
se desarrollarían sin la investigación universitaria subraya la función
"semilla" fundamental de la academia en la cadena de valor
productiva.
Por lo que, el concepto de
"Universidad Emprendedora" de Burton Clark
(1998) proporciona un marco para entender la transformación organizacional
necesaria para que esta función "semilla" sea más efectiva. Clark
destaca la importancia de un "núcleo de dirección estimulado" y una
"periferia de desarrollo ampliada", lo que implica una gestión universitaria orientada a la acción y una mayor apertura e interacción
con el
sector productivo. Comparado con
Mansfield, cuyo trabajo es más descriptivo del impacto, Clark es más
prescriptivo sobre las capacidades organizacionales que la
universidad debe desarrollar para maximizar este impacto. Su visión va más allá
de la simple generación de conocimiento para incluir la creación de estructuras
y procesos que faciliten su transferencia y aplicación.
Asimismo, Alice Lam
(2010) introduce una distinción crucial entre conocimiento codificado y
tácito, argumentando que la universidad es vital para ambos. Mientras Mansfield
se enfoca en el impacto de la investigación (a menudo conocimiento
codificable), Lam resalta que la formación de capital humano con
"conocimiento tácito" es igualmente esencial para la innovación en
las empresas. Este conocimiento, incorporado en las habilidades y la
experiencia de los graduados, es el vehículo a través del cual mucha de la
innovación productiva se implementa y adapta en el entorno empresarial.
Por lo tanto, el fomento directo
del emprendimiento es la manifestación más explícita del rol de
"semillero" de la universidad, donde se busca no solo generar ideas,
sino también ayudar a convertirlas en entidades económicas o sociales viables.
Por lo que, Etzkowitz (2003), profundizando en la
"Universidad Emprendedora", es categórico al afirmar que la
incubación de empresas y la comercialización de la investigación son parte
integral de la misión universitaria moderna. Su perspectiva es una evolución de
la tercera misión, enfocándola directamente en la creación de nuevas empresas
como un resultado deseable y esperado de la actividad universitaria. Al mismo
tiempo, Phan, Siegel y Wright (2005) ofrecen una
visión más pragmática sobre los factores críticos de éxito para
que la universidad cumpla esta función.
De tal modo que, su énfasis en
políticas institucionales favorables y una infraestructura bien desarrollada
(oficinas de transferencia, incubadoras) detalla los mecanismos concretos que
una universidad "semillero" debe implementar. Si Etzkowitz
define el qué y el porqué del emprendimiento
universitario, Phan et al. se centran en el cómo hacerlo
de manera efectiva. Su análisis es fundamental para pasar de la aspiración
a la implementación de estrategias
de fomento emprendedor. Finalmente, Audretsch
(2007) introduce la dimensión cultural, argumentando que las universidades
contribuyen no solo con conocimiento e ideas ("materia prima"), sino
también fomentando una "cultura donde el emprendimiento es valorado".
Este aspecto es crucial porque reconoce que el emprendimiento no es solo una
cuestión de recursos y estructuras, sino también de mentalidad, aspiraciones y
percepción social.
Cabe considerar que, el análisis
comparativo de los autores revela que la universidad, para actuar eficazmente
como semillero de innovación (social y productiva) y desarrollo de
emprendimientos, requiere una transformación holística. No se trata de acciones
aisladas, sino de una integración de funciones y una reorientación estratégica.
Los hallazgos sugieren que este rol implica:
1.
Una Misión Expandida y
Comprometida: Las universidades deben reconocer explícitamente la
innovación y el emprendimiento como parte integral de su misión, trascendiendo
las funciones tradicionales (Etzkowitz, Hazelkorn, Clark).
2.
Desarrollo de Capacidades Internas
y Estructuras de Apoyo: Esto incluye desde la gestión estratégica (Clark)
hasta la creación de infraestructuras específicas como oficinas de
transferencia de tecnología e incubadoras (Phan et
al.), y el fomento de redes internas y externas (Moulaert
et al.).
3.
Un Enfoque Dual en Conocimiento
Codificado y Tácito: La generación de investigación publicable y
patentable (Mansfield) debe complementarse con la formación de capital humano
con habilidades prácticas y una mentalidad innovadora/emprendedora (Lam, Audretsch).
4.
Cultivo de una Cultura de
Innovación y Emprendimiento: Es fundamental crear un entorno que valore,
apoye y celebre la toma de riesgos calculada y la búsqueda de soluciones
novedosas (Audretsch).
5.
Orientación al Impacto (Social y
Productivo): El fin último de este rol de semillero es generar valor
tangible para la sociedad y la economía (Phills et
al., Mansfield).
Por lo que, la universidad
contemporánea se perfila como un ecosistema complejo y dinámico que, al
integrar estas dimensiones, puede efectivamente sembrar, nutrir y cosechar los
frutos de la innovación y el emprendimiento, contribuyendo significativamente
al desarrollo de su entorno.
CONCLUSIONES
La presente investigación
documental se propuso analizar cómo las universidades se constituyen y operan
como semilleros para la innovación social y productiva, y cuáles son las
estrategias formativas y mecanismos institucionales que implementan para facilitar
el desarrollo de emprendimientos con potencial de impacto. A través de la
revisión y el análisis comparativo de la literatura especializada, se pueden
extraer las siguientes conclusiones fundamentales:
Por lo que, el rol de la
universidad como "semillero" trasciende la suma de actividades
aisladas. Más bien, se configura como un ecosistema complejo y dinámico donde
la innovación social, la innovación productiva y el desarrollo de
emprendimientos están intrínsecamente interconectados y se refuerzan
mutuamente. La capacidad de una universidad para fomentar eficazmente el
emprendimiento, por ejemplo, se ve potenciada por su fortaleza en la generación
de innovaciones tanto sociales (abordando necesidades comunitarias) como
productivas (creando nuevas tecnologías o procesos). Autores como Etzkowitz y Leydesdorff (con su
Triple Hélice) y Clark (con su Universidad Emprendedora) sientan las bases para
entender esta integración misional y estructural.
Visto de esta forma, una conclusión
central es que, para fungir efectivamente como semillero, la universidad debe
experimentar una profunda transformación que va más allá de la simple adición
de nuevas funciones. Esto implica una redefinición de su misión (Hazelkorn, Etzkowitz) para
incluir el compromiso cívico, la transferencia de conocimiento y el desarrollo
económico como pilares centrales, y un cambio cultural (Audretsch)
que valore y promueva la mentalidad
innovadora y emprendedora entre todos sus miembros,
no solo en áreas específicas. Sin
esta internalización misional y cultural, las iniciativas de apoyo pueden
quedar como esfuerzos superficiales con impacto limitado.
Siendo así, el análisis de autores
como Phan, Siegel y Wright evidencia que la voluntad
de ser un semillero debe materializarse en estructuras concretas (oficinas de
transferencia tecnológica, incubadoras, parques científicos) y políticas
institucionales claras y favorables (regulación de propiedad intelectual,
incentivos para la participación en emprendimientos). Estas estructuras no solo
proveen recursos, sino que también señalan el compromiso institucional y
facilitan la navegación de los complejos procesos de llevar una idea al mercado
o a la implementación social.
Al mismo tiempo, la universidad
actúa como semillero no solo a través de la generación directa de innovaciones
(Mansfield), sino fundamentalmente mediante su labor formativa. Se concluye que
esta formación debe ser dual: por un lado, la transmisión y generación de
conocimiento técnico y científico (codificado); por otro, el desarrollo de
competencias transversales, conocimiento tácito (Lam) y habilidades
emprendedoras (pensamiento crítico, resolución de problemas, liderazgo,
resiliencia) que son cruciales para la innovación y el éxito emprendedor.
Si bien la innovación productiva y
el emprendimiento con fines de lucro han sido tradicionalmente más visibles, la
investigación subraya la creciente importancia de la innovación social (Phills et al., Moulaert et al.)
como una dimensión clave del rol de semillero de la universidad. Este enfoque
no solo responde a demandas sociales urgentes, sino que también puede ofrecer
nuevas vías para el emprendimiento (empresas sociales, emprendimientos con
impacto) y enriquecer la contribución global de la institución.
En respuesta al objetivo general,
se puede afirmar que las universidades se constituyen como semilleros de
innovación social, productiva y desarrollo de emprendimientos mediante la
adopción de una misión expandida que integra estas funciones, la implementación
de estrategias formativas que cultivan tanto el conocimiento especializado como
las competencias emprendedoras, y el establecimiento de mecanismos
institucionales
(políticas, infraestructuras,
redes) que facilitan la transformación de ideas en soluciones e iniciativas
concretas con impacto. La efectividad de este rol depende de la coherencia y la
sinergia entre estos elementos. En síntesis, la universidad contemporánea está
llamada a ser mucho más que un repositorio de conocimiento; es un actor vital
en la configuración de un futuro más innovador, productivo y socialmente justo.
Su capacidad para funcionar como un semillero eficaz es, y seguirá siendo, un
factor determinante para el progreso de las sociedades.
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